viernes, 11 de junio de 2010

Es uno de los momentos más paradógicos de mi vida

Es uno de los momentos más paradógicos de mi vida;



Antes de la Universidad, llevaba años de vida casi vacía pero al menos con la cartera llena; viajaba de vez en cuando, comía hasta 6 veces al día (y pesaba casi 20 kg más que hoy jeje), independencia económica y familiar y me daba el lujo de comprarles despensa a mi familia aunque no me tuvieran en muy buen concepto (ni ahora, jeje) , regalos en fin de año y de apoyar algunas poquísimas personas que vivían tiempos difíciles. Como me dedicaba a los celulares cada 2 semanas cambiaba teléfono, simpre tenía tiempo aire aunque apenas tuviera a quien hablarle aparte de los clientes, habia $ para no preocuparme por casa, servicios, distracciones, cultura, transporte, ropa y calzado (aunque ahora admito el aburrido y pésimo gusto que tenía), pero en realidad no sé en que se me iba la mayor parte del dinero, pues no tenía vida social; no tenía ninguna relación amorosa en la que hubiera el mínimo compromiso real, tampoco me gustaba mucho convivir con mi familia (ni ahora, salvo excepciones) y la única gran emoción auténtica y con un compromiso auténtico era ver de vez en cuando a mi pequeña niña Yadi, con quien aprendí a jugar y reir otra vez, aunque fuera solo cuando estaba con ella. Fuera delo de a ella y los gastos para vivir, el dinero se me iba en comprar puras tonterías pasajeras y aparatos que usaba dos veces y luego dejaba, algunos libros y cds y muchas cosas y gastos irrelevantes. Me levantaba temprano, abría el changarro alrededor de las 9am y cerraba hasta las 8, 9 o 10 pm para solo llegar a la segunda cena, ver TV (x cable, claro) o leer algún libro. Y al día siguiente, y al siguiente...y al siguiente, lo mismo otra vez. De vez en cuando hacía algún viaje, y de repente tenía alguna oportunidad de experimentar algo diferente, como dando conferencias en escuelas, a padres de familia, sobre ciertos temas de psicología humanista, lo cual me encantaba, pero regresaba siempre a lo mismo pues estaba demasiado arraigado el hábito de llenar mi vacío interno con trabajo. Después, mucho después, comprendí que se escondía detrás de eso, pero en ese momento, ni idea tenía, solo intentaba acallar un corazón que reclamaba haber dejado el IPN, el teatro, el dibujo, la escuela, un cuerpo esbelto, escribir poesía, el amor, amigos, excursionar, fiestas, viajar más seguido, etc.. ahora sé el por qué de todo, la motivación inconciente, pero eso no cambia el tiempo perdido.



Luego, un día, decidí que ya no quería seguir así. Fue un milagro, por que cada vez que intentaba reflexionar al respecto me daba sueño, o me distraía con cualquier cosa o de plano me buscaba un dolor de cabeza, pero esa vez no fue así, en un solo día decidí dejar todo y arriesgarme a algo nuevo, por que si intentaba un cambio real mientras siguiera dedicándome a lo mismo, no duraría mucho mi motivación antes de ceder al hábito nuevamente. Así pasé medio año, experimentando eso de ser empleado asalariado otra vez, mientras investigaba tanto externa como internamente que me gustaba realmente.



Después de dudar un poco, me animé a presentar el examen único del Ceneval para acreditar el bachillerato a pesar de no haber estudiado para ello y, poco después, sin saber si lo pasaba o no, presentar el de la UNAM (ambos en 2006) también sin tener ninguna preparación especial. Fue durante el descanso intermedio del larguísimo examen del Ceneval que decidí, en un momento de lucidez clarísima, que estudiaría Pedagogía, por encima de los diversos intereses que había ido redescubriendo en los últimos meses, como Antropología física, Geografía, Mecatrónica, Letras Hispánicas, Escenografía teatral y Psicología.



Un poco de sufrimiento tuve que pasar ante la incertidumbre de quedarme o no en la UNAM, pues sólo había un lugar por cada 18 aspirantes y se me había ocurrido elegir el campus de CU, el más demandado y con solamente una opción de carrera a escoger, así que también había asegurado una mezcla de beca con crédito educativo en la UVM (previamente confirmé haber aprobado el examen del Ceneval con 8.5). Por fortuna si me quedé y hasta lloré cuando ví mi resultado, pues solamente 2 personas me habían dicho que creían completamente que lo iba a lograr (ni yo mismo estaba convencido), sin contar las caras de incredulidad negativa de la mayor parte de mi familia (no nuclear) cuando se enteraban de que pretendía estudiar la Universidad y el mayor asombro - decepción cuando alguien se enteraba de lo que había elegido estudiar, si algún día lograba entrar, pero no me importaba.


El primer año fue algo emocionante; hacía años que había dejado el IPN y de ninguna manera lo había encontrado nunca tan lleno de vida y diversidad como encontré la UNAM. Tenía que trabajar como cualquier hijo de vecino, de asalariado y tiempo completo, pero en un horario que me acomodaba excepto para una materia (que hasta la fecha debo), y terminaba cada día muy, muy cansado, pero feliz. A fines de primer año de la carrera mi promedio era de 9.5 y mi peso ya era de 76 kg (alguna vez anduvo en poquito más de 90) y luego seguí bajando hasta mis 72 kg. actuales.



Sin embargo, nunca dejé de gastar menos de lo que había acostumbrado por años, aún cuando ahora ganaba mucho menos, así que poco a poco fuí cerrando mi pacto con el diablo, ya que tenía alrededor de 8 tarjetas de crédito entre bancarias y departamentales y las usaba como si no fuera un simple empleado. Bastaron unos cuantos meses de mala suerte en el trabajo para que al no cubrir los mínimos los intereses se dispararan hasta el cielo, iniciando en un trío de cuentas y provocando un efecto dominó en las demás en muy poco tiempo, siendo comido por increíbles tasas de interés sobre interés. Luego vinieron esas preciosuras de la vida conocidas como agencias de cobranza, quienes a lo largo de todo un año me fueron despedazando poco a poco, volviendo locos a todos mis referidos con la historia de que ellos iban ser embargados por mi culpa, y echándomelos encima, aún cuando intentaba explicarles que por ley, estaban haciendo algo ilegal esas agencias, pero el miedo que les metieron pudo más y terminé ahogado y humillado. Yo que nunca me compré un automóvil por desidia, terminé pagando el equivalente a uno nuevo o dos usados, de puros intereses y con mcho pendiente todavía. Estuve por dejar la escuela un par de veces y un par de veces una cadena de coincidencias especiales impidió que lo concretara, aunque si me atrasé muchísimo. Mi salud física y emocional se vió afectada luego de un año de estrés que no le deseo a nadie, pero sobreviví; después en un trabajo temporal hice nuevos amig@s y reafirmé mi convicción de que mi vocación estaba en el mundo de la educación.


Poco a poco fui entrando en una etapa de tranquilidad, a pesar de algunas agencias de cobranza que seguían cobrando lo pendiente e incluso otras que intentaban cobrar lo ya cobrado por otras. Quedé en la ruina, arrimado a una familia llena de problemas entre ellos que me hacían sentír asfixia, sin aparatos propios, sin espacio privado ni para estudiar, con solo una fracción mínima de los libros, cds y videos que llegué a tener, dependiente de la comida que hubiera en casa de mi familia, con una hernia inofensiva pero estorbosa, y sobre todo la enorme pena de que me vieran así, pero con esperanzas, con ánimo, convencido de que todo ello era solo un pequeño (bueno, no taaan pequeño) precio por haber desperdiciado mi vida previa, pero contento por lo que me quedaba: mi inacabable gusto por pertenecer a la UNAM, mi pequeña y maravillosa  Yadi, mi novia Irene (no por mucho, pero esa es otra historia), algunos maestros geniales, literatura enriquecedora, eventos culturales, mi peso ideal de nuevo, un par de personas que se perfilaban como verdaderas amigas íntimas aparte del numeroso número de amistades de otro nivel, etc.


Luego vino la época del Mutec, la cual fue tan rica que la describo en una nota aparte.


Y luego...llega este año, cuando a pesar del gusto y la relativa paz en mi vida siento que ya no me queda el seguir viviendo de arrimado y limitado y busco algo que tenga que ver con lo que me gusta y he defendido tanto, y resulta que para el mundo laboral de la pedagogía, después de los 30 años de edad ya no tienes cabida, a menos que tengas mucho tiempo de titulado y con varios años de experiencia específica en algún área. Muy...endemoniadamente frustrante...valiente profesión he defendido.


Y lo paradójico es que en las últimas 2 semanas, luego de la frustración laboral, aparte del fracaso escolar de este fin de semestre derivado de aquella, aparte de no tener ni un peso, aparte de la penosa y harto dolorosa experiencia en el área afectiva (pero enriquecedora a la vez), del hacinamiento y problemas familiares y entre familiares de los cuales soy testigo de palo, a pesar de eso, puede que esté viviendo las dos semanas más enriquecedoras y plenas de mi vida, donde estoy descubriendo los motivos inconcientes, ocultos, detrás de cada acción de mi vida, lo que realmente es mío y lo que absorbí e interiorizé falsamente como mío; descubro cada vez más que me movió a hacer cada cosa que he hecho en toda mi vida, cada sentimiento escondido, cada emoción tragada sin digerir en algún momento, y disfruto el sentir como me libero, uno por uno, de todo este peso en mi alma; y es maravilloso, es un milagro auténtico, la renovación de energía se siente real, como si regresara la magia de cuando alguna vez fui niño.

Aún estoy en pleno proceso; de cuando en cuando se me baja un poco la pila al recordar que ahora a veces es difícil completar para el pasaje, que medio como 2 veces al día, que de momento estoy solo, que no quedará huella de mi paso en mi generación de la carrera por que no me tomé la foto generacional ni iré a la fiesta de graduación, que quisiera llevar a Yadi a muchos sitios y no puedo, y de pilón la maravillosa y amada persona que había encontrado y a quién mi corazón extraña tanto ya ni me habla, pero aún así es increíble, por que primera vez puedo decir que asumo,ACEPTO plenamente la responsabilidad por mi situación vital, sin culpa, tal vez verguenza, si, pero sin culpa, y con admiración también, pues reconozco lo bueno en mí tal vez como nunca lo había logrado hacer. Cada día hay más momentos y más duraderos cada vez, en que me siento vivo de nuevo. Ojalá me de tiempo de depurarme lo suficiente y corregir lo suficiente para no cometer los mismos errores y rescatar algo de lo perdido.



Que más da si el mundo de la pedagogía no me quiere; de la carrera, lo que me importaba ya lo llevo en mi, y ya me cambió a mí.

Y esto lo comparto sólo con algunas de esas personas que en algún momento significativo, por pequeño que fuera, desmpeñaron un papel especial aunque no lo supieran, entre las muchas importantes que hay en mi vida.